La idea parecía muy buena desde el principio -y de hecho me sigue pareciendo muy interesante- pero debí hacer caso a mi instinto, que titilaba por debajo de mi interés en este grupo, y mis ganas de hacer funcionar algo inédito en la ciudad.
Peeero.... bueno. La historia no es tan mala si la miras con humor, pero jode -si, palabrota- jode que tomes un tanto de tu tiempo para intentar darle seriedad al asunto, comprometas tu palabra y tu imagen en un local público, y finalmente tengas que irte con el rabo entre las piernas y una lista arrugada que va a dar al tacho de la basura, porque excepto un chico, nadie más apareció hasta las 11.40 de la noche.
Gladys, la hija del dueño del local, trató de tranquilizarme a las 10.00 -una hora de espera- diciéndome que cada vez que hace reservaciones "pues la gente llega taaarde. Seguro empiezan a llegar a las 11. Hubieras citado a las 8.00 para que vengan a las 10.00"
Si, o hubiera citado a las 7.00 para que al menos un grupo mínimo empezara a llegar a la hora que fijamos para empezar todo.
...
Comprendo que citar a una hora para hacer una fiesta resulta al menos complicado, porque la gente ha adquirido -hemos, no me haré el interesante, pero la perspectiva del organizador cambia mucho las cosas- la costumbre de hacerse esperar. Pero no llegar hace que todo adquiera un matiz un tanto diferente.
Dicen por ahí que puede ser la vocación por tener una entrada "espectacular". Como en cierta forma la comprendo, pues no me quejo demasiado. Yo llegué 10 minutos antes de las 9.00 porque tenía cierta responsabilidad con un idea que vino de mi teclado. Lo menos que pude fue respaldarla hasta que se hizo notorio que no iba a suceder nada.
Y a las 10.00, mientras hablaba con Gladys, empecé a figurarme -con cada vez mayor intranquilidad, mientras la gente pasaba por mi costado en el local- que pasaría si al final no sucediera nada. Conversé con el pata que había servido de puente para hacer el trámite del local para prevenir cualquier posible daño:
- Oye, Miguel, ¿tendremos algún problema con el local si finalmente no pasa nada?
- No sé, tengo que conversarlo con Gladys.
- Habla con ella, es mejor que tomemos alguna prevención.
- Podemos postergarlo
- Si, postergarlo puede ser una opción.
Eso fue como a las 10.30. Para ese rato habían entrado y pasado por el local unas 35 personas, que iban y venían. Me pregunté: ¿debí haber puesto un gigantesco cartel que anunciara la fiesta a toda la Plaza San Francisco? Mi respuesta mental. Si. Mi auténtica respuesta: No, la gente ha estado insistiendo por información, al menos algunos de ellos, y creo que la dejé clara en el Muro del Facebook. Además, si vienen por la fiesta, pues al menos preguntarán, si no abajo, pues en la barra principal, donde billetes especiales y brazaletes identificatorios los esperaban.
Finalmente, pues no pasó nada. Nos quedamos sin fiesta, y yo con los crespos hechos, a encontrarme -al menos- con algunos amigos -no con derechos- que me hicieron sonreír la noche, como pasa siempre que lo necesito.
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