noviembre 10, 2010

BYE BYE, ZAPATITOS ROJOS...

Y bien... yo sabía que este tipo de finales llegan de vez en cuando. Y pueden llegar más de una vez, que es exactamente lo que pasa ahora.
La diferencia -y la ventaja- es que ahora estoy mejor preparado para aceptar lo que suponía hace un tiempo. Que no se puede, y que ¡bueno! no será para otra vez, porque no habrá otra vez.
Me cansé de estar en este plan. Y no es que esperara algo completamente diferente. Digamos que uno se hace ilusiones sobre ciertas cosas, pero con la experiencia de la vez anterior -hubo una vez anterior- sacas en claro dos cosas:
- NUNCA debes poner toda la carne en la parrilla cuando recién comienza la barbacoa; y
- NO DEBES enamorarte porque un par de zapatitos rojos se pusieron al lado de los tuyos.
Sí, supongo que tienes derecho a dejarte llevar un poquito porque es rico sentirse así. Pero no hipotecas tus sentimientos tan fácil. Lo aprendí a la mala, siendo el dañado, y el que daña.
Ahora, descubro que hice bien. Tuve mi mejor cara de poker mientras me enteraba. Y seguimos conversando como si nada.
Creo que es lo mejor. Al menos no tengo rencor en el presente, ni rencor por el pasado. El tiempo hará lo suyo, pero con todo, yo salí ganando.
No tuve que pagar el café de hoy.

noviembre 03, 2010

¡KAIXO BRUJIS, DE UN GCU A OTRO!

Hace un buen tiempo, descubrí el Internet.
Son ahora quince años. Netscape Navigator entonces, y correo en Yahoo, página en Angelfire. Antes de Google, con Windows 3.1, con 386 en cabinas donde cargar una página con poesías de Vallejo era un logro monumental.
Hace otro buen tiempo, descubrí que conversar por la red no era un desperdicio. Me lo enseñó alguien, sin querer. Era noviembre de 2002. Elecciones Municipales. Yo en una oficina de TV UNSA, ella en una máquina conectada de un portal arequipeño que ya ni existe. De hecho ahora está ahi una juguería.
Se supone que debía ayudarme. Cruzaríamos información de las cosas que iban pasando ese día. Primero simplemente intercambiamos datos. Después nos contamos vida y media. Resultó que teníamos mucho que decir, más cercanos de lo que podía parecer al principio.
Para el final del día eramos amigos. El messenger había ganado un adepto, y yo la había conocido.
Uno nunca sabe cuándo conoce a la gente que es como uno. Ni como.
Han pasado 8 añazos. Y por nosotros, la vida, la distancia, la pelea de alguna vez, que terminó con un dolor horrendo; un abrazo increíble en la puerta de su casa en el primer cumpleaños suyo, al que caí por gravedad, luego de mandarle claveles chinos por correo electrónico; miles de canciones compartidas; una botella de vino en su casa de Miraflores; un recalentado de media noche en su casa de Umacollo; risas interminables en una noche de 14 de Agosto, cantando el himno de Arequipa a voz en cuello, con varios tragos encima; una tormenta en Noviembre, en una ciudad en donde nunca llueve; terabytes de conversaciones por un messenger que sigue existiendo porque nunca pudimos dejarlo ir del todo.
Nuestra larga amistad se hizo en la red, apareció de golpe, y no se ha ido ni con los años ni con las diferencias. Nos hemos dicho vela verde. La he llamado por teléfono simplemente porque si. Y ella hizo lo mismo alguna vez.
Nos hemos visto poco. Y en este momento, en estas circunstancias, puedo decir que me arrepiento de haber dejado pasar todas las veces en que pudimos hablar cara a cara. No te voy, no te vamos a perder, tú eres más fuerte que cualquier vendaval, frienda. Nos quejamos de animales de pantano, varias veces. Y aunque el tiempo nos ha puesto la distancia por delante, no puedo dejar de pensar que no importa en lo absoluto.
Hay gente que resulta imprescindible, dijo Brecht. No te equivocaste, condenado comunista de porra.
Agurcito.Que hasta el vasco lo intentamos.
Fuerza, Eliana.

Esta es una canción que tenía para ti hace un millón de años.