Me gustan tus llamadas.
Me gusta escucharte por teléfono. Que me des unos segunditos de tu tiempo, en medio del trabajo y de la lluvia, que nos mojó a los dos, a mi en un lado y a tí a tres horas.
Me gusta saber que nos gustan esas cosas.
¡Damn! Me gusta esperar el tiempo que toma en llegar tu voz desde allá hasta aquí.
Me imagino tus zapatos -no los rojos, claro- mojados por la más furiosa de las lluvias, con el agua empozándose a su alrededor.
Me gusta la sensación que tengo adentro. Me gusta pensar que debo tener mucha paciencia, y esperar. Aunque muero por darte una señal, algo que diga bien claro que me interesas más que todos los cafés y chocolates de todas las tardes...
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