septiembre 19, 2010

¡MAÑANA LA VERÉ!

Y no, no se trata de un acontecimiento cósmico.
Seguramente será otra buena charla de café, y nos diremos muchas cosas: ella me contará de su caminata en Chucuito, yo le contaré de mi mañana en la FIL.
Ella seguro se verá espléndida, y yo trataré de no dejar que se noten mis nervios.
Le diré que este miércoles comienza una de mis series favoritas, y ella me escuchará y me dirá que es buena, y trataré de convencerla para que la vea.
Pero no nos diremos nada más. Llenaremos un par de horas, deliciosas como siempre, de cosas de amigos.
Y creo que ahí está el secreto de todo.

La primera vez que la quise -como si existiesen veces en el querer- me obsesioné tanto con la idea de mostrarle lo que sentía, que olvidé conocerla por completo. Olvidé acercarme, acercarla, divertirme con nuestras viejas tardes en un café de Santa Catalina sin más que ganas de hacerlo.
Alucinaba historias de romance, sin tomarme la molestia de hacer el camino hacia ese romance.

Quiero construir el camino. Hacer que poco a poco seamos tan cercanos que seamos cómplices, y nos riamos el uno del otro, y con el otro, sin necesidad de hablar.Quiero saber que al final de todo, sea cual sea el resultado, ambos habremos ganado.
Estoy dispuesto a ser amigo, y a ser un gran amigo.
Aunque no creo dejar de querer, como creí entonces.
Esa vez las cosas no pasaron como quise. Ahora, tengo fe.

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